miércoles, 29 de enero de 2020

UN PEQUEÑO JARDÍN CASERO


He descubierto que me hace muy feliz cuidar las plantas de mi casa, así que he decidido documentar su evolución. También porque he caído en cuenta que a veces les encuentro cualidades humanas.

Tan espontáneamente surgió este primer recuento, que me acabo de percatar que no tengo ninguna foto de las palmeras ni la calathea, a pesar de que son precisamente las más buenas y dóciles de la casa. Algo de cierto parece haber en que las madres y padres tenemos un cariño especial y diferenciado hacia nuestros hijos más problemáticos.

Las veraneras son unas mimadas, mi especie favorita, supongo -de lo contrario no entiendo por qué tengo tres-. Ellas me enseñan que ningún hijo es igual al otro, pues ni siendo de la misma especie responden igual a los mismos cuidados. Mientras doña blanca está frondosa, la fucsia más alta ha quedado muy deshojada y desflorada, pero tranquilidad, ya le asoman varios capullos.




La fucsia petisa, en cambio, parece inmutable. Me cuesta reconocerle ningún cambio desde que llegó y aunque es imposible que así sea, le veo siempre los mismos tallos, las mismas flores y las mismas hojas.

Begonia desde el inicio fue una fiera, no tuvo problemas al ser replantada, como sí los tuvo el velo de novia que perdió muchas hojas, pero hoy ya está recuperada. 




Fue con velo de novia que reconocí que las plantas también requieren que confíe en mi intuición. Sus primeros días en el jardín fueron tristes, no respondía a los riegos, al abono ni al diálogo, yo ya venía sospechando que estaba en un sitio en el que recibía demasiado sol, pero me dijeron varias personas que estaba bien ubicada, hasta que un día ya cansada de verla cabizbaja, la coloqué bajo una sombra, y  santo remedio, volvió a ser por fin una novia inmaculada.




Cara de caballo es la intrusa, llegó al jardín en calidad de polizón, mimetizada entre una de las veraneras. Su hoja era demasiado vibrante para ser tratada como maleza, así que le concedimos una maceta propia donde se vuelve cada día más abundante, como si quisiera reafirmar su derecho a un lugar entre las flores. 




La más débil de todas es Petunia, debo confesar que con ella me sentí defraudada porque específicamente en el vivero pedí las flores más resistentes (por poca fe en mí misma y en mis manos), pero ha resultado una plantita muy delicada, es de exterior, pero sus frágiles flores no soportan la lluvia, así que ya le improvisé un techo desmontable que se lo pongo y retiro según llueva o no. Al inicio estuvo varios días en agonía, no la deseché por orgullo, por no permitirme tan prematura derrota, pero sobrevivió con intensivo cuidado y ahora florece generosamente agradecida.




Así que desde hace semanas, todas las mañanas antes de ir a trabajar, inspecciono cuántas flores hay marchitas y cuántos nacimientos nos dejó el alba. 🌺🌼🍀🍃🌷🌹

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

CON ESTO, SUELTO.

  Hace unos años escribí sobre el nacimiento de mi hija Julieta. Siento que es lo más bonito que he escrito, pues fue el reflejo más fiel po...